Cómo seguir trabajando cuando no te sientes bien

Motivarse es difícil. De hecho, a menudo lo comparo con una de las hazañas del héroe alemán de ficción, el Barón Munchausen: tratar de mantener tu impulso a través de una tarea, un proyecto o incluso una carrera a veces puede sentirse como salir de un pantano por tu propio pelo. Parece que tenemos una aversión natural al esfuerzo persistente que ninguna cantidad de cafeína o carteles inspiradores puede arreglar.

Pero la automotivación efectiva es una de las principales cosas que distingue a los profesionales de alto rendimiento de todos los demás. Así que, ¿cómo puedes seguir empujando hacia adelante, incluso cuando no tienes ganas?

Hasta cierto punto, la motivación es personal. Lo que a ti te hace avanzar puede que a mí no me haga nada. Y algunos individuos parecen tener más capacidad de aguante que otros. Sin embargo, después de 20 años de investigación sobre la motivación humana, mi equipo y yo hemos identificado varias estrategias que parecen funcionar para la mayoría de las personas, ya sea que estén tratando de perder peso, ahorrar para la jubilación o implementar una iniciativa larga y difícil en el trabajo. Si alguna vez ha fracasado en la consecución de un objetivo alcanzable por culpa de la procrastinación o la falta de compromiso -¿y quién de nosotros no lo ha hecho?-, le animo a que siga leyendo. Estos cuatro conjuntos de tácticas pueden ayudar a impulsarte hacia adelante.

Diseña objetivos, no tareas

Amplias investigaciones han documentado la importancia de establecer objetivos. Los estudios han demostrado, por ejemplo, que cuando los vendedores tienen objetivos, cierran más tratos, y que cuando las personas se comprometen a hacer ejercicio diariamente, es más probable que aumenten sus niveles de fitness. Las ambiciones abstractas -como «dar lo mejor de ti»- suelen ser mucho menos eficaces que algo concreto, como conseguir 10 nuevos clientes al mes o caminar 10.000 pasos al día. Por tanto, como primera regla general, cualquier objetivo que se fije o acuerde debe ser específico.

Los objetivos también deben, siempre que sea posible, desencadenar una motivación intrínseca, en lugar de extrínseca. Una actividad está motivada intrínsecamente cuando se ve como su propio fin; está motivada extrínsecamente cuando se considera que sirve a un propósito separado y ulterior: ganarle una recompensa o permitirle evitar un castigo. Mis investigaciones demuestran que los motivos intrínsecos predicen mejor los logros y el éxito que los extrínsecos.

El truco es centrarse en los elementos del trabajo que te resultan agradables.

Toma como ejemplo los propósitos de Año Nuevo. Descubrimos que las personas que hicieron propósitos a principios de enero que eran más agradables de llevar a cabo -por ejemplo, tomar una clase de yoga o los sábados sin teléfono- tenían más probabilidades de seguir con ellos en marzo que las personas que eligieron objetivos más importantes pero menos agradables. Esto es así a pesar del hecho obvio de que las aspiraciones para el Año Nuevo suelen ser difíciles de alcanzar; si no lo fueran, ¡no requerirían una resolución!

Por supuesto, si la recompensa externa es lo suficientemente grande, seguiremos con las tareas más desagradables. Someterse a quimioterapia es un ejemplo extremo. En un contexto laboral, muchas personas permanecen en sus trabajos por el dinero, sintiéndose como «esclavos asalariados». Pero en esas situaciones suelen hacer lo mínimo necesario para cumplir el objetivo. Es poco probable que la motivación extrínseca por sí sola nos ayude a sobresalir de verdad.

En un mundo ideal, todos buscaríamos funciones y entornos laborales que nos gusten y así mantendríamos nuestro compromiso alto. Desgraciadamente, la gente a menudo no lo hace. Por ejemplo, mi investigación muestra que cuando se les pregunta si las relaciones positivas con los compañeros y los jefes son fundamentales en su puesto actual, la mayoría de la gente dice que sí. Pero no recuerdan que la moral de la oficina fue clave para el éxito en trabajos anteriores, ni prevén que será importante para ellos en el futuro. Así que el simple hecho de recordar que hay que tener en cuenta la motivación intrínseca a la hora de elegir los trabajos y asumir los proyectos puede contribuir en gran medida a mantener el éxito.

En los casos en los que esto no es práctico -no todos encontramos trabajos y conseguimos tareas que nos gustan- el truco está en centrarse en los elementos del trabajo que sí te resultan agradables. Piensa de forma amplia en cómo el cumplimiento de la tarea puede ser satisfactorio, por ejemplo, dándote la oportunidad de mostrar tus habilidades frente a los líderes de tu empresa, construir relaciones internas importantes o crear valor para los clientes. Por último, intente compensar la monotonía con actividades que le resulten gratificantes; por ejemplo, escuche música mientras aborda esa gran acumulación de correos electrónicos en su bandeja de entrada o realice tareas aburridas con sus amigos, su familia o sus colegas favoritos.

Busque recompensas eficaces

Algunas tareas o incluso tramos de una carrera son totalmente onerosos, en cuyo caso puede ser útil crear motivadores externos para usted a corto o medio plazo, especialmente si complementan los incentivos ofrecidos por su organización. Puedes prometerte unas vacaciones por terminar un proyecto o comprarte un regalo por perder peso. Pero tenga cuidado de evitar los incentivos perversos. Un error es premiarse por la cantidad de tareas realizadas o por la rapidez, cuando en realidad le importa la calidad del rendimiento. Un contable que se premia a sí mismo por terminar rápidamente sus proyectos de auditoría podría dejarse llevar por los errores, mientras que un vendedor centrado en maximizar las ventas en lugar de repetir el negocio probablemente debería esperar algunos clientes insatisfechos.

Otra trampa común es elegir incentivos que socavan el objetivo que has alcanzado. Si el premio de una persona a dieta por perder peso es comer pizza y pastel, es probable que deshaga parte de su duro trabajo y restablezca los malos hábitos. Si la recompensa por sobresalir en el trabajo una semana es permitirse aflojar la siguiente, podría disminuir la impresión positiva que ha causado. Las investigaciones sobre lo que los psicólogos denominan equilibrio demuestran que el logro de objetivos a veces permite a las personas ceder a la tentación, lo que les hace retroceder.

Además, algunos incentivos externos son más eficaces que otros. Por ejemplo, en experimentos los investigadores han descubierto que la mayoría de las personas se esfuerzan más (invirtiendo más esfuerzo, tiempo y dinero) para optar a una recompensa incierta (como un 50% de posibilidades de conseguir 150 o 50 dólares) que para una recompensa segura (un 100% de posibilidades de conseguir 100 dólares), quizá porque la primera es más desafiante y emocionante. Las recompensas inciertas son más difíciles de establecer en el trabajo, pero no imposibles. Podrías «gamificar» una tarea guardando dos sobres en tu escritorio -uno de ellos con una recompensa de mayor valor- y eligiendo solo uno, al azar, una vez terminado el trabajo.

Por último, la aversión a la pérdida -la preferencia de las personas por evitar pérdidas en lugar de adquirir ganancias equivalentes- también puede utilizarse para diseñar un fuerte motivador externo. En un estudio de 2016, científicos de la Universidad de Pensilvania pidieron a las personas que caminaran 7.000 pasos al día durante seis meses. A algunos participantes se les pagó 1,40 dólares por cada día que lograran su objetivo, mientras que otros perdían 1,40 dólares si no lo conseguían. El segundo grupo alcanzó su objetivo diario un 50% más a menudo. Los servicios en línea como StickK.com permiten a los usuarios elegir un objetivo, como «quiero dejar de fumar», y luego comprometerse a una pérdida si no lo consiguen: Tienen que donar dinero a una organización o a un partido político que desprecian, por ejemplo.

Mantener el progreso

Cuando las personas se esfuerzan por alcanzar un objetivo, suelen tener una ráfaga de motivación al principio y luego un bajón a la mitad, donde es más probable que se estanquen. Por ejemplo, en un estudio, los judíos observadores tenían más probabilidades de encender la menorá la primera y la última noche de Hanukkah que las otras seis, aunque la tradición religiosa consiste en encender velas durante ocho días consecutivos. En otro experimento, los participantes que trabajaban en una tarea de corte de formas de papel cortaron más esquinas en la mitad del proyecto que en sus formas iniciales y finales.

Afortunadamente, la investigación ha descubierto varias formas de combatir este patrón. Me refiero a la primera como «mediados cortos». Si divides tu objetivo en submetas más pequeñas -por ejemplo, objetivos de ventas semanales en lugar de trimestrales- hay menos tiempo para sucumbir a ese molesto bajón.

Dar consejos puede ser una forma aún más eficaz de superar los déficits de motivación.

Una segunda estrategia es cambiar la forma de pensar sobre el progreso que has logrado. Cuando ya hemos avanzado, el objetivo parece estar al alcance de la mano, y tendemos a aumentar nuestro esfuerzo. Por ejemplo, los consumidores de los programas de fidelización tienden a gastar más cuando están más cerca de obtener una recompensa. Puedes aprovechar esa tendencia pensando que tu punto de partida está más atrás en el pasado; quizá el proyecto no empezó la primera vez que tomaste medidas, sino el momento en que se propuso por primera vez.

Otro truco mental consiste en centrarse en lo que ya has hecho hasta el punto medio de una tarea y, a continuación, dirigir tu atención a lo que te queda por hacer. Mis investigaciones han descubierto que este cambio de perspectiva puede aumentar la motivación. Por ejemplo, en una promoción para compradores frecuentes, enfatizar los pasos terminados («has completado dos de 10 compras») aumentó las compras de los clientes al principio, y enfatizar los pasos que faltan («estás a dos compras de una recompensa gratis») estimuló el consumo a medida que los compradores se acercaban a la meta.

Esta táctica puede funcionar para tareas de rutina (como enviar 40 notas de agradecimiento) así como para objetivos más cualitativos (convertirse en un pianista experto). La persona que escribe las notas puede ganar motivación recordándose a sí misma cuántas ha enviado hasta que pase de las 20; entonces debería contar cuántas le quedan por hacer. Del mismo modo, una pianista principiante debe centrarse en todas las escalas y habilidades que ha adquirido en sus primeras etapas de desarrollo; luego, a medida que mejora, se centra en los desafíos técnicos restantes (arpegios, trinos y trémolos, etc.) que necesita dominar.

Aproveche la influencia de los demás

Los humanos somos criaturas sociales. Constantemente miramos a nuestro alrededor para ver lo que hacen los demás, y sus acciones influyen en las nuestras. Incluso sentarse al lado de un empleado de alto rendimiento puede aumentar su producción. Pero cuando se trata de motivación, esta dinámica es más compleja. Cuando vemos a un colega acelerando una tarea que nos deja frustrados, respondemos de dos maneras: O bien nos inspiramos y tratamos de copiar ese comportamiento, o bien perdemos la motivación al suponer que podríamos dejar la tarea a nuestro compañero. Esto no es del todo irracional: los seres humanos han prosperado como especie gracias a la especialización individual y al aprovechamiento de sus ventajas comparativas.

El problema es que, especialmente en el trabajo, no siempre podemos delegar. Pero sí podemos utilizar la influencia social en nuestro beneficio. Una regla es no observar nunca de forma pasiva a compañeros de trabajo ambiciosos, eficientes y con éxito; hay demasiado riesgo de que resulte desmotivador. En su lugar, hable con estos compañeros sobre lo que están tratando de lograr con su duro trabajo y por qué recomendaría hacerlo. Mis investigaciones demuestran que cuando un amigo avala un producto, es más probable que la gente lo compre, pero no es probable que lo haga si simplemente se entera de que el amigo ha comprado el producto. Escuchar lo que dicen tus modelos de conducta sobre sus objetivos puede ayudarte a encontrar una inspiración extra y a elevar tus propias miras.

Interesantemente, dar consejos en lugar de pedirlos puede ser una forma aún más eficaz de superar los déficits de motivación, porque aumenta la confianza y, por tanto, estimula la acción. En un estudio reciente, descubrí que las personas que luchaban por conseguir un objetivo, como encontrar un trabajo, asumían que necesitaban consejos de expertos para tener éxito. En realidad, les servía más ofrecer su sabiduría a otros buscadores de empleo, porque cuando lo hacían, establecían planes concretos que podían seguir ellos mismos, lo que se ha demostrado que aumenta el impulso y los logros.

Una última forma de aprovechar la influencia social positiva es reconocer que las personas que mejor te motivarán para llevar a cabo ciertas tareas no son necesariamente las que las hacen bien. En su lugar, son personas que comparten un objetivo a gran escala con usted: amigos cercanos y familiares o mentores. Pensar en esas personas y en nuestro deseo de tener éxito en su nombre puede ayudar a proporcionar los poderosos incentivos intrínsecos que necesitamos para alcanzar nuestras metas. A una mujer le puede resultar gratificante el trabajo pesado si siente que está dando un ejemplo a su hija; a un hombre le puede resultar más fácil seguir su rutina de ejercicios si le ayuda a sentirse más animado cuando está con sus amigos.

CONCLUSIÓN

En la psicología positiva, el flujo se define como un estado mental en el que alguien está totalmente inmerso, con una concentración energizada y disfrutando, en una actividad. Por desgracia, esa sensación puede ser fugaz o esquiva en la vida cotidiana. A menudo nos sentimos como el Barón Munchausen en el pantano, luchando por avanzar en la consecución de nuestros objetivos. En esas situaciones puede ser útil aprovechar el poder de los motivadores intrínsecos y extrínsecos, establecer los incentivos con cuidado, dirigir nuestra atención hacia atrás o hacia delante en función de lo cerca que estemos de la meta y aprovechar la influencia social. La automotivación es una de las habilidades más difíciles de aprender, pero es fundamental para su éxito.

Una versión de este artículo apareció en el número de noviembre-diciembre de 2018 (p.138-141) de Harvard Business Review.