Caspa de animales

La alergia a los animales domésticos es una reacción alérgica a las proteínas que se encuentran en las células o escamas de la piel, la saliva o la orina de un animal. La mayoría de las veces la alergia es a los gatos o a los perros, pero también pueden estar implicados las ratas, los ratones, las cobayas, los hámsters, los pájaros de compañía, los caballos, las vacas o las aves de corral. Los alérgenos de los gatos y los perros se encuentran en las células de la piel que desprenden los animales (caspa), en los pelos y en la saliva. La caspa es un problema especial porque es muy pequeña y puede permanecer en el aire durante mucho tiempo con la más mínima circulación de aire. También se acumula fácilmente en los muebles tapizados y se pega a la ropa. La saliva de las mascotas puede adherirse a las alfombras, la ropa de cama, los muebles y la ropa.
Los alérgenos de los conejos también están presentes en la caspa, el pelo y la saliva. Los alérgenos de los roedores suelen estar presentes en el pelo, la caspa y la saliva, pero también en la orina. Además, el polvo de la cama o el serrín del fondo de las jaulas puede contribuir a la presencia de alérgenos en el aire procedentes de los roedores. Tanto la saliva como la orina pueden secarse y las pequeñas partículas pasar al aire y así penetrar en el organismo humano. Las personas también desarrollan alergias a los excrementos de los animales, especialmente los de las aves. Los alérgenos de los animales domésticos pueden proceder de las mascotas de otras personas o ser transportados por personas que han estado en contacto con animales. Los signos de alergia a los animales domésticos son los mismos que los de la fiebre del heno, como la conjuntivitis, los estornudos y la secreción nasal. Algunas personas también pueden experimentar signos de asma, como sibilancias y dificultad para respirar. La alergia a los animales domésticos también puede estar implicada en la inducción de la dermatitis atópica. Si tiene alergia a los animales domésticos, debe evitar el contacto con ellos.
Aunque los gatos y los perros son fuentes conocidas de alérgenos, su papel en el desarrollo de la sensibilización alérgica y la enfermedad alérgica está menos claro y sigue siendo objeto de debate. De hecho, estudios recientes sugieren que la exposición a los animales de compañía, especialmente en los primeros meses de la infancia y a dosis elevadas, puede prevenir el desarrollo de trastornos atópicos.