Congelar yemas de huevo
Cuando montamos claras de huevo para merengues o pasteles de ángel, odiamos tirar las yemas sobrantes. Pero congelar las yemas para su uso futuro es problemático. El agua que contienen forma cristales de hielo, lo que hace que sus proteínas se agrupen en conjuntos muy compactos que no se separan fácilmente, incluso cuando las yemas vuelven a estar a temperatura ambiente. El resultado: yemas que permanecen sólidas incluso después de la descongelación y que producen productos horneados con motas duras y gelatinosas.
Para evitar este problema, las pastelerías comerciales suelen utilizar yemas congeladas tratadas con un «crioprotector» a base de azúcar que interfiere con la formación de cristales de hielo y evita que las proteínas se agrupen. Nos preguntamos si añadir un poco de azúcar a las yemas antes de congelarlas funcionaría de la misma manera, pero no tuvo ningún efecto. Siguiendo el consejo de nuestro editor científico (que supuso que el azúcar granulado no se había disuelto lo suficiente como para proteger las yemas), preparamos un jarabe de 2 partes de azúcar por 1 parte de agua y lo mezclamos con las yemas (utilizando ¾ de cucharadita de jarabe por cada 4 yemas). Después de guardar nuestras yemas tratadas con jarabe en el congelador durante dos semanas, las utilizamos para hacer flanes y magdalenas, comparándolas con los mismos artículos hechos con yemas frescas.
Los lotes eran notablemente similares, y nuestros catadores se vieron en apuros para distinguir qué flan o magdalena procedía de las yemas frescas o descongeladas. Con este sencillo truco, nunca tendremos que tirar las yemas sobrantes.