Diario del país: cuando una araña cangrejo ejecuta el plan abeja
Estaba cortando un ramillete de antirrinos cuando noté una sombra oscura dentro de una de las cápsulas florales con forma de nariz. Al pellizcar para abrir los pétalos lobulados, me sorprendió descubrir una abeja cardadora común enterrada. Las abejas melíferas a menudo tienen dificultades para entrar y salir de estas flores con mandíbulas, ya que no tienen suficiente peso para hacer que el labio de la flor se abra, pero los abejorros corpulentos no tienen problemas para empujar sus cuerpos en la garganta de la flor y salir hacia atrás, por lo que la muerte de este polinizador fue un misterio.
Mientras reflexionaba sobre si el insecto había expirado por agotamiento o por vejez -las obreras sólo viven unas semanas y a menudo se aferran letárgicamente a las flores cuando están a punto de morir- noté el más leve de los movimientos. Al principio pensé que la abeja se había despertado de un estado de letargo, pero al mirar más de cerca me di cuenta de que estaba siendo manipulada por una araña cangrejo de la vara de oro (o de las flores) (Misumena vatia), con su cuerpo blanco perfectamente camuflado contra los pétalos pálidos.
Colonialmente conocida como la «araña blanca de la muerte», M vatia es la única especie del género que se encuentra en Gran Bretaña y está muy extendida en el sur de Inglaterra y Gales, habitando bosques, praderas y jardines.
Una hembra madura tiene la capacidad camaleónica de cambiar el color de su cuerpo para adaptarse a su entorno, aunque la investigación sugiere que esta coloración críptica no hace ninguna diferencia en la tasa de encuentro de presas de la araña o el éxito de la captura. Algunos individuos tienen manchas o líneas dorsolaterales de color rojo brillante en su espalda, pero el abdomen globular de esta araña era tan brillante y sin manchas como un dulce imperial de menta.
Su postura recordaba a la de su homónima: las patas extendidas, con el largo par delantero levantado amenazadoramente del suelo, igual que un cangrejo blande sus pinzas. Las arañas cangrejo son depredadores de emboscada más que tejedores de telarañas, así que no perdió tiempo en envenenar a su desprevenida víctima. Sus esbeltos colmillos seguían hundidos en el tórax de la abeja, de color jengibre, mientras segregaba las enzimas digestivas que licuarían sus órganos internos hasta convertirlos en una sopa de abejorros.
Cuando regresé a la mañana siguiente, la araña ya se había marchado en busca de un nuevo terreno de caza, y el cadáver de la abeja cardadora, desecado, había sido abandonado en su sarcófago floral.
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