Estados Unidos anuncia una política de «represalias masivas» contra los agresores comunistas

En un discurso pronunciado en una cena del Consejo de Relaciones Exteriores en su honor, el secretario de Estado John Foster Dulles anuncia que Estados Unidos protegerá a sus aliados mediante la «disuasión del poder de represalias masivas.» El anuncio de la política fue una prueba más de la decisión de la administración Eisenhower de depender en gran medida del arsenal nuclear de la nación como principal medio de defensa contra la agresión comunista.

Dulles comenzó su discurso examinando la estrategia comunista que, concluyó, tenía como objetivo la «bancarrota» de Estados Unidos a través de la sobreextensión de su poder militar. Tanto estratégica como económicamente, explicó el secretario, no era prudente «comprometer permanentemente a las fuerzas terrestres estadounidenses en Asia», «apoyar permanentemente a otros países» o «comprometerse permanentemente con gastos militares tan amplios que conduzcan a la ‘bancarrota práctica'». En su lugar, creía que debía desarrollarse una nueva política para «obtener la máxima protección a un coste asumible». Aunque Dulles no se refirió directamente a las armas nucleares, estaba claro que la nueva política que describía dependería del «poder de represalia masivo» de dichas armas para responder a futuros actos de guerra comunistas.

El discurso era un reflejo de dos de los principales principios de la política exterior bajo Eisenhower y Dulles. El primero era la creencia, sobre todo por parte de Dulles, de que la política exterior estadounidense hacia la amenaza comunista había sido tímidamente reactiva durante la anterior administración demócrata del presidente Harry S. Truman. Dulles reiteró constantemente la necesidad de un enfoque más proactivo y vigoroso para hacer retroceder la esfera de influencia comunista. En segundo lugar, el presidente Eisenhower creía que había que controlar el gasto militar y de ayuda exterior. Eisenhower era un conservador fiscal y creía que la economía y la sociedad estadounidenses no podrían soportar durante mucho tiempo la tensión de unos presupuestos de defensa abrumadores. Una mayor dependencia de las armas nucleares como columna vertebral de la defensa de Estados Unidos respondía a ambas preocupaciones: las armas atómicas eran mucho más efectivas en términos de amenaza a potenciales adversarios, y también eran, a largo plazo, mucho menos caras que los costes asociados a un gran ejército permanente.

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