Handel – El Mesías
La afición del público británico a la música clásica por este oratorio es fenomenal. Desde su estreno en Dublín en 1742, ha sido interpretado por coros de todo el país cada año desde al menos 1745.
Handel compuso su pieza más famosa en 1741, y siguió trabajando en ella después de su interpretación inicial, llegando finalmente a la versión que conocemos hoy en 1754. Impresionantes arias de solistas, como «Ev’ry valley shall be exalted» y «Rejoice greatly, O daughter of Zion», se intercalan con convincentes números del coro, que cuentan la historia del nacimiento, la vida, la muerte, la resurrección y la victoria final de Jesús sobre el pecado y la muerte.
Durante la época victoriana, hubo una fase en la que el Mesías fue interpretado por fuerzas musicales cada vez mayores; casi parecía haber una competición para ver cuán grandes podían ser el coro y la orquesta en un escenario antes de caer. Antes, Mozart incluso participó en el acto, con su propio arreglo del Mesías, que no fue, hay que decirlo, del gusto de todos. Un crítico comentó que «se asemeja a un elegante trabajo de estuco sobre un viejo templo de mármol… fácilmente… se desprende de nuevo por el clima».
Coro del Aleluya
El emocionante Coro del Aleluya es una de las piezas más famosas de la música coral barroca, y con mucho la sección más conocida de la obra. El público suele ponerse de pie durante las representaciones, una tradición que supuestamente comenzó cuando el rey Jorge II se puso de pie durante el coro en la primera representación del oratorio en Londres.
El hombre olvidado detrás del éxito de El Mesías es el libretista, Charles Jennens, que adaptó las palabras de la Biblia del Rey Jaime, a las que Haendel puso música. El enfoque de Haendel a la hora de poner en escena el texto es, a veces, divertido: en el estribillo «Todos nosotros, como ovejas, nos hemos extraviado», el estado de ánimo cambia en mitad de la frase, lo que da lugar a un coro entusiasta que declara su afición por el animal lanudo. Bromas aparte, la capacidad de Haendel para captar el estado de ánimo -desde la rabia apasionada hasta los momentos pastorales serenos- es lo que hace que esta sea una de las obras corales más perdurables de todos los tiempos.