La fiebre en niños: cómo tomar la temperatura, causas y tratamiento.
El invierno está en pleno apogeo y la gripe a la orden del día. Los mocos y la tos son molestos, pero lo que suele preocuparnos más es la fiebre, sobre todo en los más pequeños. De hecho, la Asociación Española de Pediatría (AEP) estima que es el principal motivo de consulta en el servicio de urgencias de pediatría.
Para no alarmarnos en exceso, debemos tener en cuenta que la fiebre es muy habitual durante los tres primeros años de vida y, paradójicamente, su aparición es fundamental para ayudar a fortalecer la inmunidad del niño. Para que podamos entender bien por qué se produce la fiebre y qué se puede hacer si se presenta en pequeños, os damos algunas claves en este post.
¿Por qué se produce la fiebre?
La fiebre es un mecanismo de defensa de nuestro organismo frente a los gérmenes. Cuando un germen nos ataca, el hipotálamo, que es el encargado de regular la temperatura corporal aumenta nuestro calor por encima de sus niveles normales, que rondan los 36ºC – 37 ºC en función de la persona.
Hay muchas razones por las cuales un niño puede tener fiebre. Las más comunes son las infecciones víricas, agudas y benignas, como las respiratorias, que suelen ir a acompañadas de tos y mocos; las gastrointestinales, que cursan con vómitos, diarrea y dolor abdominal; o las urinarias, con vómitos y rechazo de alimentos. Una vacunación reciente, la aparición de los primeros dientes o el exceso de abrigo también causan fiebre.
¿Cuándo podemos hablar de fiebre?
En primer lugar, la fiebre se debe medir con un termómetro homologado y no con el tacto. Puede tomarse la temperatura en el recto, en la boca o en las axilas, según la edad y la cooperación del niño. Aunque la del recto siempre será la más precisa.
Se considera que un niño tiene fiebre cuando la temperatura tomada en la axila está por encima de los 37,1ºC. Hasta los 38,1ºC hablamos de febrícula, si alcanza los 38,5ºC es fiebre leve, hasta los 39º C es moderada y por encima de 39º, es alta.
¿Qué hacer si el niño tiene fiebre?
Tener mucha fiebre no siempre significa «mucha enfermedad». Puede suceder que una infección severa apenas provoque fiebre, pero un catarro, en principio inofensivo, venga acompañado de 40ºC. Por eso, lo más importante es tratar la causa que lo origina. El tratamiento variará en función del rango de temperatura que tenga el niño.
Si el niño tiene febrícula, que es hasta los 38,1ºC, no se recomienda su tratamiento con antitérmicos, como paracetamol o ibuprofeno. Sin embargo, lo que se debe hacer es hidratarlo bien con abundante agua y mantenerlo fresco con poca ropa. Si continúa la fiebre, se debe ir al pediatra.
Cuando tiene fiebre, es decir, por encima de 38,1ºC, lo más eficaz son los medicamentos antitérmicos prescritos por el pediatra. Es imprescindible respetar la dosificación adecuada a la edad y peso del niño. Este tratamiento se puede complementar con:
- Hidratación abundante con agua
- No abrigar en exceso ni caldear la habitación.
- Aplicar paños húmedos templados o frescos, nunca fríos, en la frente.
- Darles baños con agua templada durante 15-20 minutos, dejando que el agua se vaya enfriando poco a poco a la vez que el pequeño.
Si la fiebre no remite o se mantiene por encima de 39,5ºC, será necesaria una nueva valoración del pediatra.
¿Cuándo hay que consultar con el pediatra?
Antes de consultar con el pediatra, lo primero que debemos hacer es valorar el estado general del niño y ver qué aspecto tiene: si, a pesar de la fiebre, está contento y come y bebe bien, es poco probable que se trate de algo grave.
Existen algunos casos en los que es necesario acudir al pediatra para que valore el estado del niño:
- Si es menor de dos años, especialmente si tiene menos de tres meses.
- Si está alicaído, somnoliento, irritable o presenta malestar general.
- Si tiene fuertes dolores de cabeza o vómitos
- Si le cuesta respirar o sufre una convulsión
- Si tiene puntitos rojos de color cereza o manchas negras en la piel.
- Si tiene 40ºC de fiebre y no para a pesar del tratamiento con antitérmicos.
Es normal que la fiebre nos preocupe y es importante que la tengamos controlada pero, en general, no debemos alarmarnos en exceso ya que la mayoría de las veces no serán más que un virus inicialmente inofensivo. No obstante, ante cualquier duda en el estado de salud de un niño, se debe acudir al pediatra, quien resolverá cualquier duda y prescribirá el mejor tratamiento para el pequeño.