La historia de la Asociación Americana de Enfermeras
La historia de la Asociación Americana de Enfermeras (ANA) se describe mejor como la historia de las enfermeras individuales de todo el mundo. Desde el voluntariado de primera línea en el siglo XIX hasta los recortes presupuestarios de hoy, las enfermeras se enfrentan a obstáculos que las unen. Al unirnos, hemos sido capaces de movilizar el conocimiento incisivo de la enfermería sobre el sistema sanitario para defender la injusticia y proporcionar el impulso necesario para hacer avanzar la atención sanitaria.
A principios del siglo XX, las enfermeras mostraban los mismos puntos fuertes que vemos hoy en día; sin embargo, sin acreditación, licencias ni organizaciones unificadoras, no tenían una sola voz, ninguna plataforma desde la que liderar una mejor atención sanitaria para todos. Ahí es donde entramos nosotros.
ANA ha recorrido un largo camino desde 1896. Cuando la Nurses Associated Alumnae of the United States and Canada se reunió por primera vez en el Hotel Manhattan Beach, cerca de la ciudad de Nueva York, menos de veinte de las delegadas eran enfermeras. En la convención correspondiente, apenas dos años después, asistieron más de 10.000 enfermeras.
Cuando la organización se convirtió en la Asociación Americana de Enfermeras en 1911, ya estaba luchando para que la profesión ganara el respeto que merecía. Los responsables políticos empezaron a reconocer la importancia del valor de la enfermería para la atención sanitaria, y a través de las convenciones anuales y las revistas académicas, la sabiduría compartida de las enfermeras inspiró a otras personas a unirse a la profesión.
Durante los últimos 100 años, la ANA se ha basado en este espíritu de solidaridad y acción. La protección de los intereses de las enfermeras de todo Estados Unidos es una parte integral del legado de ANA. Desde la presión para conseguir una jornada laboral de ocho horas en 1934, pasando por el apoyo a la Ley de Remuneración Justa en 1995, hasta la campaña para una reforma sanitaria más amplia en la actualidad, ha salvaguardado incansablemente los derechos de sus miembros.
Pero lejos de proteger únicamente las preocupaciones de sus enfermeras, ANA siempre ha utilizado su posición para asumir un papel de liderazgo en la protección de la salud pública. Al igual que una enfermera identifica las condiciones médicas a través de una cuidadosa observación, la ANA ha utilizado la experiencia de sus miembros para enfrentarse a los problemas de salud de la época. La salud mental, la escasez de atención primaria y el virus del Zika son una mera fracción de los problemas abordados a través de la práctica y el desarrollo de políticas por ANA.
Más que reaccionar a los problemas y afrontar los obstáculos, hemos luchado para que la innovación en enfermería sea reconocida en toda la profesión. La ANA ha apoyado las recomendaciones de la Academia Nacional de Medicina (antes Instituto de Medicina), que permitirían a las enfermeras trabajar dentro de su ámbito de práctica y utilizar todo el alcance de sus conocimientos para servir mejor a los pacientes. Al reconocer el verdadero nivel de competencias de la profesión, las enfermeras adquieren un mayor protagonismo en el camino de la atención sanitaria, y los pacientes son los primeros beneficiados.
Para lograr este reconocimiento, la ANA ha promovido una amplia formación y desarrollo. Desde la aprobación de los estudios de cinco años para todas las fases de la enfermería en 1950, hasta el establecimiento de su propio centro de acreditación en 1990, ha apoyado a las enfermeras en la obtención de las habilidades y la confianza que necesitan para tener éxito. Las enfermeras son más ambiciosas que nunca a la hora de desarrollar sus cualificaciones a lo largo de su carrera, y la amplitud de los programas de la ANA refleja el compromiso de sus miembros con la mejora de la profesión.
Cuando la pionera de la enfermería estadounidense Alice Fisher escribió a Florence Nightingale en 1877 (véase «Antecedentes de la carta de Nightingale de la ANA» más abajo), lo hizo en busca de apoyo, orientación y con el afán de mejorar las condiciones que presenciaba. Aunque el panorama de la enfermería ha cambiado, sigue siendo mediante la unión y el intercambio de conocimientos que las enfermeras pueden marcar la diferencia más impactante en el siglo XXI.