La medida del metro
¿Qué es un metro? Hoy en día damos por sentada esta unidad de longitud estándar, reconocida en países de todo el mundo (a excepción de algún reducto como Estados Unidos), pero es un invento relativamente reciente. Podemos fechar su nacimiento con bastante precisión: el 7 de abril de 1795, cuando el gobierno francés de la Primera República la legisló.
A finales del siglo XVII, filósofos naturales como John Wilkins y Tito Livio Burattini empezaron a pensar en una «medida universal» que pudiera basarse en los fenómenos naturales y ayudar a estandarizar las mediciones científicas realizadas en diferentes países. Aunque la idea tenía sus adeptos, pasó un siglo antes de que alguno de ellos tuviera el poder de poner en práctica tal esquema.
Tras la Revolución Francesa de 1789, deshacerse del legado del Antiguo Régimen significó también deshacerse de las unidades de medida tradicionales, que variaban enormemente de un lugar a otro y eran matemáticamente desordenadas. En su lugar se introdujo el sistema métrico, basado en las magnitudes naturales, que es el precursor de las unidades del SI (Sistema Internacional) que utilizamos hoy en día.
El metro se definió inicialmente como la diezmillonésima parte de la distancia del ecuador al Polo Norte. (Anteriormente se había propuesto que se definiera como la longitud de un péndulo que completara una oscilación por segundo, pero las mediciones cuidadosas mostraron que esta longitud cambiaría ligeramente en diferentes lugares de la Tierra debido a pequeñas variaciones en la fuerza local del campo gravitatorio.)
Es un bonito número redondo, pero en la práctica no es muy útil para un sastre que quiera medir un metro de tela. Una vez realizada una medición muy precisa de la distancia entre el ecuador y el polo (la expedición topográfica duró varios años), las autoridades de París construyeron una barra de platino con una longitud de un metro exacto para que sirviera de punto de referencia oficial.
Esa barra de referencia fue suficiente durante 90 años, pero el creciente deseo de precisión llevó a la introducción de una nueva en 1889 -una barra de platino-iridio- y a la estipulación de que su longitud se midiera a la temperatura de fusión del hielo, para evitar la expansión y la contracción relacionadas con el calor.
El siguiente gran avance en la precisión se produjo en 1960, cuando se redefinió el metro como exactamente 1.650.763,73 longitudes de onda de una frecuencia específica de luz emitida por un átomo de criptón-86.
Y finalmente (hasta ahora), en 1983 se volvió a redefinir el metro, esta vez como «la longitud del camino recorrido por la luz en el vacío durante un intervalo de tiempo de 1/299 792 458 de segundo».
En cada etapa, la definición se ha vuelto más precisa y -lo que es igual de importante- incluye un conjunto de especificaciones para medir un metro de manera que, con el equipo adecuado, siempre produzca el mismo resultado.
Al lado de un puñado de otras unidades básicas como el segundo (que se define en términos de la frecuencia de la radiación de un átomo de cesio) y el kilogramo (que se sigue definiendo por comparación con un trozo de aleación de platino-iridio guardado en un laboratorio en Francia), el metro constituye la columna vertebral del sistema que utilizamos para medir todo lo demás.