La verdad mortal: una historia de la enfermedad en Estados Unidos
El libro de Grob es un amplio estudio de la historia de la medicina estadounidense y abarca algo más que la historia de los médicos, los cirujanos, los pacientes y los patógenos. Analiza temas como la morbilidad y la mortalidad relacionadas con la desnutrición, la siniestralidad, la contaminación, las discapacidades imprecisas pero gravosas, etc. Destaca la contribución de los estadísticos y de los científicos de laboratorio a la evaluación de nuestros peligros. Es un erudito, no un ideólogo, pero no pasa por alto la influencia de la clase y la raza en las tasas de enfermedad y muerte. En esto puede ofender a algunos conservadores políticos. Por ejemplo, sus referencias a las diferencias genéticas entre afroamericanos y euroamericanos en la resistencia a la fiebre amarilla pueden ofender a la izquierda. Que así sea: Grob es tan objetivo como puede. Es crítico con las interpretaciones habituales de la historia de la medicina estadounidense. Hemos aumentado rápidamente nuestra población por encima de la adición de inmigrantes. ¿Por qué? ¿Por los avances médicos? Pero el aumento comenzó mucho antes de que se aplicaran estos avances e incluso antes de que se produjeran muchos de ellos. Tal vez las causas principales fueron una mejor alimentación, una mejor vivienda, un mejor cuidado de los niños, un mejor saneamiento o el drenaje de los pantanos. Éstas deben haber tenido algo que ver con la disminución de la mortalidad, especialmente en las ciudades, pero el panorama no está claro. Grob duda de las visiones ilusorias del futuro médico de Estados Unidos. No cree que la cura de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer esté a la vuelta de la esquina. No cree que estemos en el umbral de una edad de oro en la que el estadounidense medio vivirá hasta los 130 años. Tampoco difunde pesadillas sensacionalistas sobre pandemias venideras para asustar a las masas y que compren su libro. Simplemente expresa sus dudas. Ya en la página tres nos dice: «La fe en que la enfermedad no es natural y puede ser conquistada se basa en un malentendido fundamental del mundo biológico. Si el cáncer es el enemigo, entonces nosotros mismos somos el enemigo». Además de este sentimiento, bromea: «Los médicos, como los soldados, siempre están equipados para luchar en la última guerra».