Olor de la herida
El olor de la herida, también conocido como mal olor, es típicamente el resultado del tejido necrótico o la colonización bacteriana en el lecho de la herida. Algunos apósitos, como los hidrocoloides, también tienden a producir un olor característico como resultado de la reacción química que tiene lugar entre el apósito y el exudado de la herida, lo que provoca el olor. Aunque no es directamente perjudicial para el paciente, el olor de la herida suele ser indicativo de la existencia de una carga biológica u otros obstáculos para la cicatrización de la herida. Además, los efectos psicológicos de las heridas malolientes en el paciente, los familiares o el cuidador pueden ser significativos.
Evaluación del olor de la herida
Aunque no existe una escala universalmente reconocida para medir el olor de la herida, puede utilizarse lo siguiente para evaluar cualitativamente el olor de la herida con fines de documentación:
Muy fuerte: El olor es evidente al entrar en la habitación (a 6-10 pies o 2-3 metros del paciente) con el apósito intacto.
Fuerte: El olor es evidente al entrar en la habitación (a 6-10 pies o 2-3 metros del paciente) con el apósito retirado.
Moderado: El olor es evidente al acercarse al paciente cuando el apósito está intacto.
Ligero: El olor es evidente en la proximidad del paciente cuando se retira el apósito.
Sin olor: No es evidente ningún olor, incluso en la cabecera del paciente con el apósito retirado.
De: Haughton y Young (1995)
Etiología
Se cree que la mayoría de los olores de las heridas surgen de los procesos metabólicos de las bacterias anaerobias. En las heridas crónicas, como las úlceras por presión, las úlceras de las piernas y las úlceras del pie diabético, el olor también puede deberse a la degradación del tejido. Los compuestos malolientes, llamados cadaverina y putrescina, son liberados por las bacterias anaerobias como parte de la putrefacción del tejido.
Tratamiento del olor de las heridas
La implementación de una o más de las siguientes precauciones puede ayudar a minimizar el riesgo de desarrollar heridas malolientes en los pacientes de riesgo y minimizar las complicaciones en los pacientes que ya presentan síntomas:
- Limpiar la herida tan a menudo como sea aconsejable para reducir la carga biológica
- Asegurarse de que el paciente practica una buena higiene
- Si no está contraindicado, aumentar la frecuencia de los cambios de apósitos
- Cambiar la ropa de cama en cuanto se ensucie
- Utilizar productos diseñados para disminuir o enmascarar el olor (i.e., alginato de calcio)
- Utilizar limpiadores diseñados para romper la biopelícula o la carga biológica
- Utilizar productos de limpieza de heridas que sean biocidas diseñados para eliminar las bacterias causantes del olor
El tratamiento de las heridas malolientes suele estar dirigido a tratar la infección subyacente o al desbridamiento del tejido desvitalizado responsable del olor. Aunque los antibióticos tópicos o sistémicos pueden ser eficaces, es difícil alcanzar la concentración necesaria de antibióticos en el lugar de la infección. Una formulación que ha encontrado un amplio uso en la comunidad del cuidado de heridas es el gel o polvo de metronidazol, que aunque es más eficaz contra las bacterias anaerobias puede tener algún efecto sobre una serie de organismos aerobios en las concentraciones que se suelen utilizar.
Si no es posible erradicar la causa del olor de la herida, los apósitos que controlan el olor pueden ayudar a mitigar los efectos psicológicos del olor excesivo de la herida. El carbón activado se utiliza ampliamente como agente desodorizante en los apósitos para estos fines. Puede ser necesario limpiar y/o desbridar la herida antes de aplicar el apósito para conseguir el efecto deseado. Si estas medidas no son suficientes por sí mismas para mitigar el olor de la herida en cuestión, pueden utilizarse desodorizantes externos (ambientadores, velas perfumadas, aceites esenciales, posos de café, etc.) para enmascarar el olor.
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