Partes del cerebro
El cerebro humano está enormemente interconectado, pero se pueden identificar tres componentes principales: el cerebro, el cerebelo y el tronco encefálico.
El tronco encefálico, que incluye la médula, el puente de Varolio y el mesencéfalo, controla la respiración, la digestión, el ritmo cardíaco y otros procesos autónomos, además de conectar el cerebro con la médula espinal y el resto del cuerpo.
El cerebelo desempeña un papel importante en el equilibrio, el control motor, pero también está implicado en algunas funciones cognitivas como la atención, el lenguaje, las funciones emocionales (como la regulación de las respuestas de miedo y placer) y en el procesamiento de los recuerdos procedimentales.
El cerebro (o cerebro anterior), que constituye el 75% del cerebro en volumen y el 85% en peso, está dividido por un gran surco, conocido como fisura longitudinal, en dos hemisferios distintos. Los hemisferios izquierdo y derecho («izquierdo» y «derecho» se refieren al punto de vista del propietario, no al de un espectador externo) están unidos por un gran haz de fibras nerviosas llamado cuerpo calloso, y también por otras conexiones más pequeñas llamadas comisuras.
La mayoría de los elementos importantes del cerebro están divididos en pares simétricos en los hemisferios izquierdo y derecho. Así, a menudo se habla de lóbulos temporales, hipocampos, etc (en plural), aunque en esta web se sigue generalmente la convención de hablar de lóbulo temporal, hipocampo, etc (en singular), lo que debe, por tanto, entenderse como ambos lados, dentro de ambos hemisferios. Los dos hemisferios tienen un aspecto similar, pero su estructura es ligeramente diferente y desempeñan funciones distintas. El hemisferio derecho generalmente controla el lado izquierdo del cuerpo, y viceversa, aunque las nociones populares de que la lógica, la creatividad, etc, están restringidas a los hemisferios izquierdo o derecho son en gran medida simplistas e infundadas.
El cerebro está cubierto por una lámina de tejido neural conocida como corteza cerebral (o neocórtex), que envuelve otros órganos cerebrales como el tálamo (que evolucionó para ayudar a transmitir la información del tronco cerebral y la médula espinal a la corteza cerebral) y el hipotálamo y la glándula pituitaria (que controlan las funciones viscerales, la temperatura corporal y las respuestas de comportamiento como la alimentación, la bebida, la respuesta sexual, la agresión y el placer). La corteza cerebral tiene un grosor de sólo 2 a 4 mm y contiene seis capas distintas pero interconectadas. Está intrincadamente acanalada y plegada en el conocido patrón de pliegues o giroscopios, lo que permite que una gran superficie (normalmente casi 0,12m2) quepa dentro de los confines del cráneo. En consecuencia, más de dos tercios de la corteza cerebral están enterrados en los surcos o sulci.
Alrededor del 90% de todas las neuronas del cerebro se encuentran en la corteza cerebral, principalmente en la «materia gris», que constituye las regiones superficiales de la corteza cerebral, mientras que la «materia blanca» interior está formada principalmente por axones mielinizados, más de 170.000 km de ellos. Existen hasta cinco veces más células gliales para apoyar a las células nerviosas activas.
La corteza cerebral desempeña un papel clave en la memoria, la atención, la conciencia perceptiva, el pensamiento, el lenguaje y la conciencia. Se divide en cuatro regiones o lóbulos principales, que abarcan ambos hemisferios: el lóbulo frontal (que interviene en el pensamiento consciente y en las funciones mentales superiores, como la toma de decisiones, especialmente en la parte del lóbulo frontal conocida como corteza prefrontal, y desempeña un papel importante en el procesamiento de los recuerdos a corto plazo y en la retención de los recuerdos a más largo plazo que no se basan en tareas); el lóbulo parietal (que interviene en la integración de la información sensorial procedente de los distintos sentidos y en la manipulación de los objetos para determinar el sentido espacial y la navegación) el lóbulo temporal (implicado en los sentidos del olfato y el sonido, el procesamiento de la semántica tanto en el habla como en la visión, incluido el procesamiento de estímulos complejos como caras y escenas, y desempeña un papel clave en la formación de la memoria a largo plazo); y el lóbulo occipital (implicado principalmente en el sentido de la vista).
Se cree que el lóbulo temporal medial (la parte interna del lóbulo temporal, cerca de la división entre los hemisferios izquierdo y derecho) en particular está involucrado en la memoria declarativa y episódica. En las profundidades del lóbulo temporal medial se encuentra la región del cerebro conocida como sistema límbico, que incluye el hipocampo, la amígdala, el giro cingulado, el tálamo, el hipotálamo, el epitálamo, el cuerpo mamilar y otros órganos, muchos de los cuales son de especial relevancia para el procesamiento de la memoria.
El hipocampo, por ejemplo, es esencial para la función de la memoria, en particular la transferencia de la memoria a corto plazo a la de largo plazo y el control de la memoria espacial y el comportamiento. El hipocampo es una de las pocas zonas del cerebro capaces de hacer crecer nuevas neuronas, aunque esta capacidad se ve afectada por los glucocorticoides relacionados con el estrés. La amígdala también desempeña un papel primordial en el procesamiento y la memoria de las reacciones emocionales y el comportamiento social y sexual, además de regular el sentido del olfato.
Otro sistema subcortical (dentro de la corteza cerebral) que es esencial para la función de la memoria es el sistema de los ganglios basales, en particular el cuerpo estriado (o neoestriado), que es importante en la formación y recuperación de la memoria procedimental
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