¿Qué impulsa la agresión de los sádicos?

El sadismo -la tendencia a infligir daño a los demás por el placer del acto- se pensaba antes que era un dominio exclusivo de los asesinos en serie y los maníacos trastornados. Sin embargo, la investigación moderna demuestra que las tendencias sádicas existen en la gente corriente y se manifiestan a lo largo de un espectro. Una serie de estudios de mi laboratorio publicados en la revista Aggressive Behavior (Comportamiento Agresivo) ha confirmado la existencia de tendencias sádicas en muchos adultos jóvenes. Ahora bien, lo que hace que la prevalencia del sadismo sea especialmente problemática es otra cosa que descubrimos: que los individuos sádicos son notablemente vengativos y agresivos.

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¿Pero por qué? Qué lleva a los sádicos cotidianos a realizar actos tan hostiles? En una nueva serie de ocho estudios de mi laboratorio, que se publicaron recientemente en la revista Personality and Social Psychology Bulletin, tratamos de averiguarlo.

En estos estudios, reclutamos a más de 2.200 estudiantes universitarios y adultos de todo el espectro de edad para confirmar el vínculo entre las tendencias sádicas y el comportamiento agresivo. Algunos participantes entraron en el laboratorio y pudieron lanzar sonidos fuertes a la gente o repartir salsa picante a personas que detestaban este tipo de comida picante. Otros completaron un estudio en línea, en el que podían clavar alfileres en un muñeco de vudú virtual que representaba a alguien que odiaban, o podían elegir el número de imágenes horripilantes que una persona tenía que ver. En algunos casos, simplemente les preguntamos en cuántas peleas físicas se habían metido. En la mayoría de estas manifestaciones, los rasgos sádicos estaban vinculados a un comportamiento más agresivo.

También preguntamos a los participantes cómo se sentían cuando estaban siendo agresivos. Como era de esperar, los sádicos informaron de que sentían placer durante el acto agresivo. Este placer sádico parece ser un mecanismo clave que subyace a la agresión de los sádicos y sugiere que la alegría de infligir daño a otros puede motivar y reforzar las tendencias sádicas.

En dos de estos estudios, examinamos la fuente del placer sádico, esperando encontrarlo en el sufrimiento de otros. En un estudio, preguntamos a los participantes que apuñalaron a un muñeco de vudú con el número de alfileres que prefirieron, cuánto pensaban que hacerlo realmente dañaba a su objetivo. La mayoría de los participantes indicaron que infligía algún nivel de dolor real. Además, los sádicos sólo experimentaban el placer de la agresión si creían que los alfileres hacían un daño real. En un segundo estudio, hicimos que los participantes golpearan a un oponente con distintos niveles de ruido fuerte. En la condición de sufrimiento, las víctimas de los participantes comentaron: «¡Esas ráfagas de ruido eran insoportables! Eran tan fuertes que me daban migraña». Sin embargo, en la condición de no sufrimiento, las víctimas simplemente afirmaron que: «¡Esas explosiones de ruido no eran nada! Sobre todo, eran molestos». En la condición de no sufrimiento, los que tenían niveles más altos de sadismo declararon menos placer agresivo que los demás. Estos hallazgos sugieren que dicho placer está condicionado a la percepción de que las víctimas de un sádico están sufriendo de verdad.

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Nuestro equipo también examinó los sentimientos que los sádicos experimentaban después del acto agresivo, esperando encontrar un «resplandor sádico». Eso no fue lo que encontramos. Los sádicos en realidad informaron de mayores emociones negativas, como la ira y la tristeza, después del acto agresivo. Estos resultados sugieren que el placer sádico no sólo es de corta duración (estamos hablando de que se acaba en cuestión de varios minutos), sino que es contraproducente, ya que aumenta los sentimientos aversivos en lugar de los positivos.

Nuestros resultados no fueron un efecto secundario de otros rasgos, como la impulsividad, la psicopatía, el narcisismo, el maquiavelismo, la ira, la hostilidad, el escaso autocontrol o la agresividad general. Además, utilizamos múltiples medidas de sadismo, de modo que nuestros resultados no son específicos de la idiosincrasia de un cuestionario concreto.

Observamos estos resultados en hombres y mujeres autoidentificados. Los sádicos son a menudo estereotipados como hombres, pero nuestros resultados cuentan una historia más compleja, en la que las tendencias sádicas existen en todo el espectro de género.

Los sádicos caminan entre nosotros, y son propensos a ser perjudiciales para los demás. Esta agresión sádica parece estar impulsada por el placer del acto, depende de si se ve a su víctima sufrir y, en última instancia, resulta contraproducente, dejando a los sádicos sintiéndose peor que cuando empezaron. Estos hallazgos sugieren vías concretas para probar intervenciones y terapias que priven a los sádicos del placer de la agresión. Por ejemplo, los médicos podrían tratar de reducir la creencia de los sádicos de que sus víctimas sufren realmente debido a sus acciones, ya que al hacerlo se puede socavar el placer del acto agresivo. Al reducir el placer sádico, también podemos reducir el dolor que infligen a otros.

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