Marcha en Washington por el empleo y la libertad

Bayard Rustin (izq.) y Cleveland Robinson (der.) frente a la sede de la Marcha en Washington, 7 de agosto de 1963

Foto de Orlando Fernández, LOC, LC-USZ62-133369

En la década de 1960, se consideró necesaria una expresión pública de descontento con el statu quo y se planificó una marcha para 1963, con Randolph como titular. Se unieron a Randolph en el patrocinio de la Marcha los líderes de los cinco principales grupos de derechos civiles: Roy Wilkins, de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP), Whitney Young, de la Liga Urbana Nacional (NUL), Martin Luther King, Jr., de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC), James Farmer, del Congreso por la Igualdad Racial, y John Lewis, del Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC). Estos «Seis Grandes», como se les denominó, se ampliaron para incluir a Walter Reuther, de United Auto Workers (UAW), Joachim Prinz, del American Jewish Congress (AJC), Eugene Carson Blake, de la Commission on Religion and Race (Comisión sobre Religión y Raza) del National Council of Churches (Consejo Nacional de Iglesias), y Matthew Ahmann, de la National Catholic Conference for Interracial Justice (Conferencia Católica Nacional para la Justicia Interracial). Además, Dorothy Height, del Consejo Nacional de Mujeres Negras, participó en la planificación, pero actuó en un segundo plano en este grupo de liderazgo dominado por los hombres.

La Marcha se organizó en menos de 3 meses. Randolph entregó la planificación diaria a su socio en el Movimiento de la Marcha sobre Washington, Bayard Rustin, pionero del Viaje de Reconciliación de 1947 y brillante estratega de las protestas de acción directa no violenta. Rustin lo planificó todo, desde la formación de «marshals» para el control de la multitud mediante técnicas no violentas hasta el sistema de sonido y la instalación de baños portátiles. También había un manual de organización que establecía una declaración de objetivos, puntos de discusión específicos y logística. Rustin se dio cuenta de que, para mantener el orden entre una multitud tan grande, era necesario contar con una estructura de apoyo muy organizada.

Rustin coordinó un equipo de más de 200 activistas y organizadores de los derechos civiles para ayudar a publicitar la marcha y reclutar a los manifestantes, organizar las iglesias para recaudar dinero, coordinar los autobuses y los trenes y administrar todos los demás detalles logísticos. En muchos sentidos, la Marcha desafió las expectativas. El número de asistentes superó las estimaciones iniciales de los organizadores. Rustin había indicado que esperaban que asistieran más de 100.000 personas; la estimación final fue de 250.000, 190.000 negros y 60.000 blancos.